domingo, 9 de agosto de 2009

Los niños que nunca crecerán

Poema dedicado a la cuota de dolor y de muerte, al cerco hostil al que el imperialismo mantiene sometidos a nuestros niños, bien fuera en Hiroshima, Palestina en Iraq o en “cualquier rincón oscuro del Planeta”

A los niños palestinos e
iraquíes asesinados.
A los que, en Hiroshima y Nagasaki,
fueron convertidos en polvo nuclear.
A todos los niños que en el mundo,
son víctimas de la injusticia.
Porque tu padre nombra tu recuerdo:



“A mi pequeña,
dulce y alegre Kimuyo..”
Sé que definitivamente sonreirás.
¿Qué otra cosa, princesa,
podías estar haciendo,
unos segundos antes de ser desvanecida,
convertida en polvo nuclear
y esparcida sobre la tierra, ya sin flores,
donde naciste?
Durante muchos años, tu visión, casi irreal,
se quedó sin cabida entre mis cosas.
¿Qué hombre, hijo de mujer,
podría dejar caer la muerte sobre tus rosas
o barrer de la faz de la tierra tus juguetes?
Luego crecí, Kimuyo,
traje al mundo mis hijos
y me sentí responsable de su suerte,
ensombrecida siempre por la maldad,
de los que no debieron nacer.
Pero nunca has dejado de vivir,
como tampoco has dejado de morir.
Solo que ahora claman por ti otras voces,
en otras lenguas
y rincones distantes de la tierra.
¿Eres acaso Kadisha, Fátima,
Yousef?
¿Te llamas Nacira o Mari?
Ocurre, Kimuyo, que no se desvanecieron como tú aquel seis de Agosto, en Hiroshima.
Es que siguen muriendo cada día,
en la lejana Palestina.
Y sucede, princesa,
que no se desintegran de repente,
sino muy lentamente.
Hoy no es el “Enola Gay”
el que viola su cielo.
Hoy no es “The little boy”, el enviado.
Sus nombres, más acordes con los requerimientos,
quieren borrar aquel inmundo sacrilegio verbal,pero no te confundas, mi pequeña,
se trata del mismo uranio, ahora “empobrecido”
e igualmente letal,
y ya los has aprendido: la muerte viaja en él,
la destrucción, la ruina
desgajando tus alas
hasta impedirte cargar una muñeca.
Y cuando no resuena
en tus oídos tiernos el motor lacerante,
la muerte llega aun,
cuando mantienen lejos de tus labios
la miel, el pan,la sal.
No habitas ya en la isla de Hoshu.
Eres ahora una pequeña niña de Bagdad,
que aprendió demasiado temprano a vigilar el cielo.
Porque esos,
los que no debieron nacer,
pretenden convertirlo en el largo camino de la muerte.
Por eso siembro rosas, Kimuyo,
porque crecí y viví en un país de rosas
y de sueños,
donde otros niños, que son como tú fuiste,
pequeña, dulce,
alegre,
pagan también su cuota de dolor y de muerte,
de cerco hostil.
Solo que ello, en vez de doblegarnos,
nos enseñó a crecer más fuertes,
abrazados al pensamiento de aquel,
que no pudiste conocer,
ni tampoco Kadisha, Fátima o Yousef,
Marie o Nacira.
Le llamábamos tan solo Che.
Había nacido en un país que te es ajeno,
pero nunca dejó de ser cubano.
¿Sabes, pequeña?
Argentina, su patria, es un pedazo del mundo
sumido en la tristeza.
Allí no sobrevolaron los aviones,
pero los niños desaparecieron de otra forma.
Aquí, en mi Continente,
el uranio tiene un nombre distinto,
puedes reconocerlo en la miseria
que no sabe de escuelas, de flores,
de hospitales.
Y los niños que mueren,
también permanecen, como tú,
sembrados en el dolor de mi memoria.

1 comentario:

  1. Qué increíble!!! Tenemos políticos muy pero muy inteligentes, y lo lamentable es que en vez de canalizar esa inteligencia en actos positivos y duraderos, se encargan de exparcir ese "uranio". Ellos, con su privilegiada inteligencia, producen ese "uranio" y lo multiplican, pero mantienen asegurado su propio paraíso.(LAURA)

    ResponderEliminar